Hace un tiempo las agencias de prensa refundaron las conferencias y las convirtieron en el festival del canapé. Cada vez que algunas empresas sacan un nuevo chicle o cambian el frasco del café “convocan a conferencia” en un hotel cinco estrellas, para repartir merchandising alusivo y gacetillas con loas desmedidas al logro empresarial.
Los despachos oficiales no se quedan atrás en el artificio. Las “conferencias” oficiales son menos obsequiosas que sus homónimas del sector empresarial, pero igual de irrelevantes. Las conferencias del poder no suelen permitir preguntas: apenas si sirven de caja de amplificación de los anuncios programados. Y aquellos que deberían responder a los periodistas, juzgan a los que preguntan y dan lecciones en lugar de explicaciones. Para colmo, hay quienes dan la conferencia acompañados por laderos que asienten cuando deben, si no son claqué que aplaude todo lo que puede.
Esas pseudo conferencias conviven con unas pocas que responden al interés de la sociedad, que se suelen dar sin maquillaje, arriba de la caja de una camioneta o en una oficina improvisada al efecto. Las otras, sólo son de la conveniencia de unos pocos, que cuando quieren hablar de verdad, no convocan a conferencia, sino que distribuyen la información a discreción, en el anonimato de los pasillos. Las conferencias empresariales se hacen para pasar avisos publicitarios; las oficiales, para bajar anuncios propagandísticos. Ambas, “de prensa”, lo que se dice de prensa, no tienen nada.
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1 comentario:
Más puestas escenográficas que otra cosa, las conferencias de hoy día cuentan hasta con aplaudidores y porristas. Pensemos en la última -o única- conferencia ofrecida por el ex(¿¿??) Presidente K, con cortesanos como telón.
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